Los arquitectos, urbanistas y toda la sociedad en su conjunto, debemos avanzar en la rápida incorporación a los paisajes de nuestro pueblos y ciudades, de las estructuras necesarias para aprovechar al máximo la energía limpia e inagotable que brinda gratuita y permanentemente nuestro sol. El planeamiento urbano debe ser elaborado o modificado para incorporar los nuevos conceptos de sostenibilidad y autosuficiencia en la arquitectura y más concretamente, para regular convenientemente las condiciones que deben reunir las superficies solares a instalar en las cubiertas y fachadas de los edificios.
Esta necesaria y urgente actualización de la arquitectura y el urbanismo, aportando todo su potencial al objetivo común de descarbonización global, afectará directamente al aspecto y estética de los edificios, a su altura y a su textura, posibilitando además otros usos o actividades igualmente necesarias o convenientes. En este sentido, hay que destacar el progresivo uso de las cubiertas con fines agrícolas o el aprovechamiento de espacios para la obtención de nuevas viviendas. La arquitectura solar deberá concebirse desde su origen bajo los obligados condicionantes de orientación, pendiente y sombra, que permitirán aprovechar al máximo las condiciones del suelo edificable, obteniendo la mayor cantidad posible de energía procedente del sol.
Aunque aún a una escala pequeña, cada vez más se construyen edificios que incorporan las superficies solares en el diseño global. Ya no se trata tan solo de colocar interminables hiladas de captadores, o de usar cubiertas inclinadas, sino de proyectar una arquitectura donde lo solar y otros sistemas de producción eléctrica, queden perfectamente integrados en la totalidad del edificio, desde su concepción inicial. Hasta que no se desarrolle un sistema de seguimiento de las placas solares que eviten parcialmente las citadas condicionantes físicas, los edificios deberán mantener una buena orientación y una distribución funcional y formal óptima que favorezca el máximo aprovechamiento solar.
PROPUESTAS
El primer caso corresponde a la propuesta de Museo del Carnaval de Tenerife en el edificio público de los conocidos Aparcamientos de Ramón y Cajal, donde la amplia superficie de su azotea (con acceso directo desde la vía pública) y la buena disposición de su fachada, son revestidas con estructuras ligeras y superficies solares, obteniendo con ello un espacio interior destinado al Museo que alcanza los 3.000 m2 de superficie.
El segundo caso corresponde a una propuesta presentada al concurso de ideas para el nuevo edificio del ITER en Granadilla de Abona, que posee un especial interés en las soluciones funcionales escalonadas a las que obliga la pendiente de la cubierta solar, y al acceso a la iluminación natural de los diferentes ámbitos y recintos que contiene el edificio.